PARÍS, 1996
Tu sombra es una calma torturada. Un cuerpo que palpita
goteante, todavía. Tu sombra es tu ciudad y el llanto en que se torna,
la fiebre de sus puentes como aspas cinceladas, sus puentes de
clamor o arista enloquecida; los puentes con su historia de
cuerpos que se abrazan y líquenes furiosos, de manos
que soportan un mundo de miseria, con un fuego de siglos y amor
desesperado.
Tú vienes del olvido como un recuerdo ciego, y estás aquí, entreabiertos
nosotros, germen de ese cauce que cruza ya las bocas y trae su
resonancia de máscaras o estío, tu tierno abecedario de sueños
improbables y noche sorprendida, y pecho que se colma.
Tu sombra es una turbia melodía. De súbito racimos de agua
helada se incendian sordamente, la pálida caricia de unos dedos
otoñan los tinteros profanados, las ramas de esta tarde que se
dora, mi voz que entró en un rostro como una piel dormida, en luz de
tanto olvido cuando arden las acequias, los muros de tu mano.
De aquel invierno frágil, por ejemplo, de aquel viejo rincón de
esencias anilladas tan sólo quedarán los arcos de su pulso, la
bóveda estallante del abrazo, su música angular, el té de la agonía,
la gárgola que inciensa el sílex de los nombres;
de aquel invierno tuyo, por ejemplo, tan sólo un manifiesto
compartido, acaso unas cenizas de noche o de mirada.
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París, 1996 es uno de los poemas de Antonio Lucas